viernes, 17 de julio de 2009

Viernes de reconciliación

Hoy hasta parece que amaneció más clarito, después de que la semana pasada se veía el panorama desolador, hoy amanecí con la perspectiva de que aparentemente vamos a tener un período breve de recesión e irónicamente sentí un alivio tremendo.

Desde que empezó el año, la crisis económica se presentó como un fantasma amenazando con romper nuestra estabilidad económica y poner en pausa muchos de nuestros planes.

La sola perspectiva de esto me generaba mucha ansiedad. Durante el año estuve tensa la pura posibilidad de estar mal de dinero.

Hace unos pocos días la posibilidad se hizo más latente. No digo haya ocurrido pero la sentí cerca.

Curiosamente algo que fue tan temido, ahora es como si me diera de repente mucha lucidez, así es señoras y señores: me siento bien y lúcida. No sé muy bien por qué pero ha sido liberador.

Cuando uno está bien de dinero te enojas por cosas realmente muy estúpidas: que si la muchacha no te lavó como tú querías, que si el tráfico está pesado, que si te apareció una nueva lonja por comer en todos esos restaurantes, que si tu esposo está gastando demasiado en cosas inservibles y así puedo seguir por como 3 hojas más.

Pero cuando hay crisis el enfoque cambia: ¡qué bueno que tengo muchacha por lo que me dure para pagarle!, ¡Buenísimo, hay para comer fuera en esta ocasión!, ¡Qué bueno que tenemos en qué movernos! ¡Qué bueno que tengo esposo en el cual apoyarme! ¡Qué bueno que tengo trabajo ahorita y puedo hacer algo al respecto para cambiar las cosas! Parece que funciono mejor en crisis.

Todavía no sé si la crisis nos va a pegar, pero al menos en mí llegó la paz y la reconciliación con todos: hasta con la gente que no me cae del todo. Al final de cuentas todos somos un montón de gente unidos por circunstancias diferentes y tratando de sobrevivir.

Es un buen momento para la introspección, si no tenemos para salir pues es hora de leer.

Hace días le platicaba a mi esposo que cuando tenía unos 17 años comía con mis amigos salchichas empaquetadas, pan y jugo de naranja de Lala (ahora no lo soporto aajjaja) en un estacionamiento de Wal-Mart porque no teníamos para más.

Debo decir que era una época muy feliz, todo era de subida, tenía mucha imaginación y no tenía problemas para invertir horas leyendo y fabricando en mi cabeza un mundo lleno de colores donde era todo era posible: desde que las mujeres parieran peces, o de repente los árboles pudieran contar historias de lo que presenciaron hace más de 200 años. Era posible subir una loma alta ver Monterey y decir: “De ese tamaño quiero que sea mi casa” para luego carcajearte. Había la posibilidad de creer que a través de sueños te podías comunicar con la gente que el tiempo y la muerte se habían llevado.

El mundo se me ofrecía como una caja de cosas desconocidas esperando a que o la abriera y encontrar dentro frutas con latido propio, países que no existen, asfaltos y alcantarillas que esconden gente, conciertos y fiestas sin fin.

1 comentario:

  1. Las épocas de crisis siempre nos aclaran la visión y el enfoque. Me gusta la Vanessa optimista, que lee, que sueña. Muchos besos y amor, Idro

    ResponderEliminar